miércoles, 15 de junio de 2011

Mi gato bruno

No fui criado alrededor de mascotas. Hasta hace poco veía con extrañeza a la gente que hablaba de sus mascotas y las quería como si fueran un hijo más. Me parecían locos...

Con mi ex, más allá de todo, compartimos una mascota. Lo descubrió ella un día, a la vuelta de su trabajo. Un gatito inocente y lindo. Amistoso pero tímido. Luego de una pequeña conversación entre nosotros, decidimos llevar a cabo su adopción. Su nombre oficial fue Bruno.

Bruno, como todo gato que le muestran la libertad, quería salir a pasear por las noches. De un salto se escapaba fuera de nuestra vista, y salía desde el balcón terraza del 1 "D" hacia el interior de la manzana. La primera vez, con el corazón en la boca (ya le había tomado cariño) me desesperaba porque regresara. Al ratito volvía, hasta que un día no volvió...

La discusión con mi ex era en torno al modelo de crianza de Bruno: ella optaba por una visión más romántica. "El animal tiene que ser libre" decía ella. "Hay que dejarlo salir y si quiere volver, va a volver". Mi postura era diametralmente opuesta: un gato es una responsabilidad, se puede lastimar o enfermar y además, si es doméstico tiene que estar dentro del ámbito doméstico. Muchas noches volvíamos cada uno de nuestros trabajos y argüíamos en torno a este punto.

El día que Bruno no volvió fue terrible. Pasaron los días... dos, tres, cinco... una semana... cada vez más nos hacíamos la cabeza que jamás regresaría. 

Un día estaba ella ya deprimida y triste en la cama por Bruno. Habrían pasado diez días tal vez.... lo único que podía hacer yo era diseñar un flyer y pegarlo alrededor de la manzana, pero realmente tenía pocas esperanzas de que el gato regresara. Un día habíamos salido y estábamos en una de esas librerías de la Av. Corrientes, cuando me suena el teléfono.

"Hola, vos sos dueño de un gato medio atigrado?"

No lo podíamos creer! Salimos disparando y fuimos hasta la dirección que nos habían pasado, a la vuelta del departamento en la misma manzana. En efecto, era Bruno. Su madre reconocía el maullido. Lo vimos escondido, tiritando desde el capo de un auto, creo un 206, entre el motor y la chapa... y no salía. Por miedo, nada más. Entonces decidimos que volveríamos al otro día a recuperarlo, de día y más tranquilos.

Así fue como lo recuperamos a Bruno, a quien extraño enormemente. Ahora entiendo a la gente cuando se vuelve loca por su mascota... y es que es parte de nosotros ese animal. No hay una explicación racional o lógica...

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