sábado, 12 de marzo de 2011

Lola

Lola jugaba sola en la vereda de su casa acompañada por los vecinos que, sin prestarle atención, tomaban mate y chusmeaban, jugaban al ajedrez o leian el diario. Ella estaba atenta a como las hormigas caminaban casi por arte de magia siguiendo un camino que había sido predefinido antaño por una mente superior.
Las obersvaba y no entendía por que las personas generalmente tendrían a aplastarlas. Ese pensamiento la perturbaba. Esa noche se fue a dormir y soñó que volaba.

Al día siguiente inventó una maquina del tiempo con su hermano, Jaime. El era mayor que Lola, y cuando jugaban a penales en la vereda, a ella siempre le tocaba atajar. Si bien sufría algunas atajadas, le gustaba tirarse de un lado para el otro tratando de que la pelota no pase.

La maquina del tiempo estaba compuesta de dos cajas de madera que antes habían contenido mandarinas, esas que a su papá tanto le gustaban. Con un pie en cada caja, arrodillado, al viajero en el tiempo se lo cubría con un acolchado viejo y andrajoso, con olor a historias antiguas. Lola era el conejillo de indias. Con sus 8 años a cuestas, ingresó en aquella capsula sin tener la menor idea donde habría de despertar, luego de cerrar los ojos y ser sacudida de lado a lado energicamente por Jaime.
Así fue como ese día, a eso de las 3.17 de la tarde, Lola se encontró en una tierra de gigantes, que existió allí en el pequeño jardin de su casa hace mucho tiempo.
"No tengas miedo, pero tené mucho cuidado porque hay uno de los gigantes que tiene un solo ojo y te pueden sacar uno para poder tener los dos que necesita."
Puf! Lola se largó a llorar al grito de "mamaaaaaaaaaaaa!!! No juego más. Sos malo..."

Salió corriendo, subió las escaleras y dando un portazo, entró en su habitación. Se arrojó a la cama y se quedó dormida.
Jaime se reia.

Más tarde, cuando la tarde se transformaba en noche y Jaime estaba dibujando en la mesa de la cocina, Lola pasó corriendo y salió. Corrió dos cuadras, confundida y enojada. De repente, se frenó. Encontró que en la puerta de la casa de su vecino unos pajaritos clamaban por libertad. Sin pensarlo dos veces, se acercó y los liberó. Salieron volando.

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