Mientras hacia la fila para entrar a la Torre de Babel de Libros de Marta Minujin, escuchaba conversaciones ajenas de las personas que tenía al frente y atrás mío. Me llamó la atención una familia constituida por cuatro integrantes (mamá, papá y dos hijos) que hablaban de lo que habían hecho en el día y acerca de a quién votarían en las próximas elecciones.
Al rato se acercó una de las organizadoras preguntándoles los nombres y documentos, el hijo menor al decir que tenía 11 años se encontró con la inesperada respuesta de que no iba a poder subir a la torre más allá del primer piso, por cuestiones de seguridad obvias.
En el primer momento en que la joven organizadora se alejó, el grupo familiar empezó a discutir acerca del “mal trago” que estaba pasando el hijo menor…el pequeño en cuestión largaba frases como: “no puede ser que a mí no me dejen subir”, “yo tengo derecho como todos”; luego de repetir una y otra vez las frases se fue a caminar solo por la plaza.
Viendo la escena que su hijo estaba protagonizando la mamá empezó el debate con el resto de la familia enfatizando sobre lo mal (que seguramente) se estaba sintiendo su hijo, de la gran desilusión que se avecinaba y de la constante discriminación que lo acechaba. Todo eso resumido en frases como: “pobrecito; se siente discriminado todo el tiempo, primero en el colegio por tener ADD (entiéndase por el famoso trastorno de épocas modernistas de déficit de atención con hiperactividad…si, si...todo eso), segundo por sus amigos (por ser medio gordito) y tercero acá, que no lo dejan entrar por ser menor”.
El padre y hermano mayor acotaban algunos bocadillos sobre lo bien que le haría cambiar el psiquiatra de hace tres años; que últimamente lo veían mejor, pero solo porque funcionaba la medicación. “Tomó la medicación esta mañana pero seguramente ya no tiene más efecto a esta hora, seguro que ya le va a agarrar angustia”, decía muy convincente la mamá.
Al cabo de media hora de espera en la fila, la familia seguía tirando hipótesis sobre el hijo que estaba recorriendo la plaza con las manos en los bolsillos y cabizbajo, a veces ingresaba a la fila diciendo que esto no podía ser, a lo que la mamá respondía…bueno hijo…bueno hijo…basta! ya está, me quedo con vos en el primer piso! Y el hermano mayor, deja me quedo yo con él si tenes muchas ganas subí vos…
En el transcurso de ese tiempo yo me entretuve mirando la escena y pensando; primero en lo difícil que es criar a los hijos y segundo en la terrible época en que vivimos, rodeados de nuevas enfermedades psicológicas producto de la poca autoridad y decisión de los padres que al leve berrinche de un hijo lo mandan a un psiquiatra, le dan medicaciones innecesarias y que a la larga suelen ser peores.
Al fin y al cabo, la familia decidió irse a comer y se retiró de la fila con una frase del padre a su hijo mayor: “esto con Filmus seguro no pasa!”.
(Anónimo cordobés)
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